miércoles, 16 de abril de 2008

los "Rellena-mundos"


Como cada día se levanto, se duchó, se vistió, se desayuno, y empezó a caminar calle abajo hacia la boca del metro. En la esquina de la calle se encendió un cigarrito, miró mecánicamente a ambos lados y continuó su camino.

Se miró los puños de la camisa blanca, empezaban a verse ligeramente grises y pensó que debía sustituirla en breve.

Como cada día bajo presuroso las escaleras del metro, el torbellino humano marcaba un ritmo uniforme para todo el público, no dejaba mucho margen de error, a la mínima alguien te arrollaba y tenías el grave peligro de ser pisoteado por una manada en estampida. Prácticamente tenían asignados sus sitios en el vagón,  eran las mismas caras a las mismas horas y durante el mismo tiempo. De vez en cuando había alguna variación, alguna cara nueva que despertaba un microsegundo de curiosidad, y después, la reflexión.

Como cada día a la hora en punto abría la puerta del pequeño bar y esperaba su café, no era necesario hablar, durante años lo mismo, café con leche corto de café, por favor. A esas horas de la mañana  la comunicación era más bien escasa, en unos minutos se colgaría del teléfono durante ocho horas, con una hora para comer y algún breve parón para ir al baño.

Como cada día encendió el ordenador, espero el proceso de “Windows” hasta escuchar la musiquita que autorizaba el uso del mismo, se incorporó un poco para conseguir ver por encima de su cubículo, cientos de mamparas iguales aislaban a cada trabajador, no es que tuvieran intimidad, no, lo que se pretendía es que no hubiera contacto físico con sus iguales, que fueran productivos.

La opresión del pecho le alarmó, eso era distinto. Durante años se había forjado una carrera, había conseguido una rutina y cualquier cosa que la alterase era motivo de preocupación. Respiró hondo y descolgó el teléfono. Colgó, descolgó, volvió a colgar y así cientos de veces, no necesitaba prestar atención a las llamadas, era un experto en conducta humana telefónica, por el tono de voz y las palabras que empleaban sabía si conseguiría la venta. Tenía uno de los repertorios de excusas más amplios del mundo.

Como cada día cumplió la jornada diligentemente. En la puerta del ascensor un grupo de compañeros le invitaron a unirse a ellos para ir a tomar unas cañas, rehúso la invitación con una banal excusa, quería irse a casa cuanto antes, allí era donde su vida comenzaba. A sus espaldas los compañeros y jefes comentaban que era un tipo gris, gran trabajador pero sin ambición, lo respetaban como profesional pero no se había promocionado porque le faltaba garra. Él se reía por lo bajo, infelices, daban la vida por el trabajo....., él estaba en el secreto, es uno de lo elegidos......... es un rellenamundos